miércoles, 4 de agosto de 2010

POEMA DE JULIO FLOREZ

¿Vez esa vieja escuálida y horrible?
Pues bien, aunque parézcate imposible
fué la mujer más bella entre las bellas,
el clavel envidió sus labios rojos
y ante la luz de sus divinos ojos,
vacilaron el sol y las estrellas...

Y hoy... ¿quien podrá quererla?
¿Hoy quien un beso podrá darle con tímido embeleso?
YO! - Me dijo un extraño que me oía...
Yo que por ella en la existencia lucho,
yo que soy feliz cuando su voz escucho
Porque esa vieja escuálida y horrible...
es la hermosa madre mía!

martes, 29 de septiembre de 2009

ENVEJECIMIENTO Y SALUD

El adulto mayor es subestimado por la sociedad porque nos centramos en sus dificultades y mitaciones debidas a la disminución de sus funciones. Esto nos lleva a desestimar aquel cúmulo de experiencias, sabiduría y actitudes desarrolladas con el paso de los años. Fallamos al no comprender que sus miedos no obedecen a la razón, que su lentitud nada tiene que ver con su espíritu guerrero, ya que llegar a esas edades demanda de gran capacidad de lucha frente a la vida... poco a poco y sin darnos cuenta lo vamos marginando.

El principal rol debe estar enmarcado en el grupo familiar, en la posición que le otorguemos en su preciado núcleo y aquellas actividades que les reconozcamos como aporte al crecimiento y fortalecimiento de la familia. Esto se revertirá en su autovaloración personal, generando en el autoconfianza. Se puede perder el cabello, se pueden perder los dientes, se puede perder la agilidad y hasta la memoria, pero que no se pierda el sentido de vida, todo aquel que tenga un para que vivir, tendra siempre un como.

Todo esto para hacer un llamado a prepararnos para el cambio demográfico desde todos los frentes, no solo bajo la figura de las políticas gubernamentales, pues es un problema que se debe abordar co-responsablemente, para lo cual se necesita una sociedad solidaria y participativa que comience por casa.

Los invito a leer el informe sobre:
ENVEJECIMIENTO Y SALUD,
55ª ASAMBLEA MUNDIAL DE LA SALUD de la OMS.
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1. La proporción de personas de más de 60 años de edad está aumentando rápidamente en todo el mundo. Se prevé que en 2025 el número de personas de esa edad habrá aumentado en unos 875 millones respecto de la cifra correspondiente a 1970 (un incremento del 281%). En 2025 habrá 1200 millones de personas de más de 60 años. Es importante señalar la velocidad y magnitud del envejecimiento de la población en las zonas menos adelantadas del mundo. Se estima que en 2025 unos 840 millones de personas de más de 60 años vivirán en países en desarrollo.

2. El envejecimiento de la población es el resultado de la disminución de las tasas de mortalidad en todas las edades (con el consiguiente aumento de la esperanza de vida al nacer) y la reducción de las tasas de fecundidad. Se trata de un fenómeno general, salvo en el África subsahariana, donde la esperanza de vida al nacer se ha reducido en los últimos años como consecuencia del VIH/SIDA. Sin embargo, la proporción de personas mayores ha aumentado puesto que la mayor parte de las muertes causadas por el VIH/SIDA afectan a los grupos de edad más jóvenes. La buena salud de las personas mayores es fundamental porque son ellas las que deben cuidar de sus hijos adultos que sufren de SIDA y, de sus nietos que quedan huérfanos por culpa de esa enfermedad.

3. La calidad de vida es importante en todas las edades, pero en etapas avanzadas de la vida reviste una importancia fundamental por el número adicional de años de vida que los mayores tienen por delante. Tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo las enfermedades no transmisibles crónicas son las causas principales de mortalidad, morbilidad y discapacidad en la vejez. Sin embargo, en todo el mundo, los sistemas sanitarios están concebidos fundamentalmente para prestar atención episódica a enfermos agudos. En particular, es preciso fortalecer los servicios sanitarios orientados hacia las necesidades de las personas mayores y mejorar su integración con otros niveles de atención para asegurar la necesaria continuidad en la atención. El sistema de atención primaria de salud también es el mejor canal para prestar apoyo a los dispensadores informales que prestan atención a largo plazo en los hogares a personas mayores dependientes.

4. Las personas mayores no suelen contar con una red social amplia y, por consiguiente, es más probable que se encuentren aisladas. La soledad puede ser una causa de depresión, enfermedad que, por lo general, no se diagnostica correctamente ni recibe tratamiento adecuado. La depresión reduce en gran medida la calidad de vida tanto de los enfermos como de quienes los atienden. El tratamiento oportuno y apropiado reduce la utilización, y por lo tanto el costo, de servicios de atención médica y social. Asimismo, es preciso que los sistemas sanitarios estén preparados para el aumento previsto en la prevalencia de las demencias asociadas con la vejez, algunas de las cuales pueden prevenirse o tratarse. Es necesario formular estrategias para prestar apoyo a los pacientes y a quienes cuidan de ellos a nivel comunitario para evitar la necesidad de recurrir a costosos servicios de atención institucionales.

5. La Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento (Madrid, 8 a 12 de abril de 2002), convocada por las Naciones Unidas en respuesta a los llamamientos hechos para que se apliquen políticas encaminadas a abordar el problema del rápido envejecimiento de la población mundial, aprobará un plan internacional de acción sobre el envejecimiento. Este plan abarcará tres principales temas prioritarios: las personas mayores y el desarrollo; la promoción de la salud y el bienestar para la vejez; y la creación de entornos propicios y de apoyo.

6. Para lograr el objetivo final de un envejecimiento sano y activo, la OMS ha desarrollado un marco normativo que complementa las recomendaciones contenidas en el plan internacional de acción sobre el envejecimiento. Este marco se centra en objetivos como los siguientes:

• prevenir y reducir la carga de las discapacidades, las enfermedades crónicas y la mortalidad prematura;
• reducir los factores de riesgo asociados con las enfermedades no transmisibles y la disminución de las funciones relacionada con la edad, reforzando al mismo tiempo los factores que preservan la salud;
• establecer políticas y estrategias encaminadas a prestar una atención continua a las personas que padecen enfermedades o discapacidades crónicas;
• impartir capacitación y educación a dispensadores formales o informales de atención;
• velar por la atención, seguridad y dignidad de las personas que envejecen;
• lograr que las personas que envejecen puedan seguir contribuyendo al desarrollo económico y participando en la actividad es tanto de los sectores formal e informal como de su comunidad y su familia.

7. Si bien el sector sanitario no puede asumir la responsabilidad directa de la aplicación de todas las medidas recomendadas, el marco normativo de la OMS sobre el envejecimiento refuerza la función central y catalizadora de la salud pública en la aplicación de esas medidas.
INTERVENCIÓN DE LA ASAMBLEA DE SALUD
8. Se invita a la Asamblea de la Salud a tomar nota del informe.

martes, 22 de septiembre de 2009

COSTUMBRES

LOS LUTOS DE ANTAÑO

Hasta la mitad del siglo pasado los lutos de la Costa Caribe se distinguían por las siguientes características: en primer lugar, las mujeres usaban dos vestidos, uno negrito abajo y uno negro encima. Los hombres usaban blondas negras en el sombrero y en la manga de la chaqueta. Los lutos podían durar un año o más, de acuerdo con la relación con el fallecido. Las casas se cerraban herméticamente y hasta a los cuadros de la casa les ponían cinta negra; música, ni a distancia, ir al cine era un pecado y mucho más a tertulias. Eran costumbres heredadas, y los muchachos de entonces cumplían las órdenes superiores.

En una ocasión, un grupo de muchachos y muchachas organizaron un baile para el sábado de Carnaval, y la casa donde se iba a realizar era de una política liberal, pero como ese sábado de Carnaval se murió en Bogotá el General Benjamín Herrera, la dueña de la casa impidió el baile. Recuerdo que una madre regañaba a sus hijos por haber bailado a su abuelo al día siguiente de su muerte, y estos le respondieron que sí habían bailado, pero con un capuchón negro. No intento hacer comparaciones con los lutos actuales pero sí son notorias las diferencias. Recuerdo también que una familia estaba de luto y les enviaron de regalo unas manzanas, pero la familia las devolvió porque ellos solamente podían comer caimitos y cañandongas.

En los primeros años del siglo 20 había dos agencias funerarias, la de los Cabrera y la de los Benítez, que vendían todo lo necesario para el entierro. Los cementerios eran únicamente el Universal y el Calancala. Lo que es inevitable es que algún día tenemos que despedirnos, y como dice el refrán: “Que nos coja confesados”.

Rafael Rivera Fernández
Tel. 3533693
Publicado en El Heraldo, no se conoce fecha.

jueves, 26 de junio de 2008

SUBJETIVIDADES

EL SENTIDO DEL TIEMPO Y LOS MIEDOS EN EL ADULTO MAYOR




Según la cultura occidental, la vejez se construye en oposición a la juventud. Movilidad, pasión, salud, belleza y juicio alborotado vs. Quietud, enfermedad, apatía, fealdad y sensatez. A los distintos estados fisiológicos propios de las distintas edades corresponderán distintas disposiciones del alma y sus respectivas conductas; jóvenes melancólicos y viejos eufóricos pueden levantar sospechas. La vejez es el negativo de la juventud. Los refranes, que pueden ser buenos indicadores de la mentalidad tradicional, abundan en esta brecha: “no hay mozo triste, ni viejo alegre”, “no hay mozo doliente, ni viejo sano”, “ni moza fea, ni vieja hermosa”, “cambio vieja de 60 por cuatro de 15”. Se evidencia así un orden, claridad y diferencia: “cada cual en su lugar, y cada cual con su cada cual”.

El paso del tiempo sobre nuestras vidas deja huellas en nuestro cuerpo, recordándonos que somos perecederos y mortales. Esta subjetividad del tiempo en el adulto mayor trae consigo crisis existencial, apareciendo reflexiones acerca de cómo se vivió, qué se hizo y qué se dejó de hacer.

El concepto del tiempo pone de manifiesto lo que ya pasó y lo que está sucediendo; es decir, pasado y presente. El pasado evoca todas las experiencias vividas, las cosas que se hicieron, las que se dejaron de hacer y aquello que “hubiera” (palabra dolorosa que no pudo ser) querido hacer. El presente se encuentra cargado de rutina, aburrimiento, soledad y tiempo desocupado, a esta altura de la vida cuando ya no “se es”, en relación con los roles que daban sentido e identidad, como el laboral o la educación de los hijos. El futuro hace pensar en vejez, más enfermedad, más limitación y muerte.

Al encontrarse el adulto mayor con los cambios que le suceden a nivel biológico, psicológico y social, esto le significa una carga de inquietud, desasosiego, incertidumbre, inseguridad y por supuesto, miedo a lo nuevo y a lo desconocido y más aún a lo mal conocido.

Con esta percepción del tiempo aparecen los miedos a la vejez, a la soledad y a la muerte. Esta vivencia de transitoriedad que da el tomar contacto con el tiempo desencadena el interrogante sobre el porvenir y éste se presenta a menudo con la cara de la vejez y de la muerte.



EL FANTASMA DE LA MUERTE


La muerte es una realidad que nos espera a todos los seres humanos, y que nos está esperando desde que nacemos. Desde que el mundo es mundo los seres humanos se han cuestionado sobre la muerte. Lo verdaderamente paradójico e interesante desde el punto de vista psicológico, es que a pesar de esta realidad que todos conocemos, tenemos una gran resistencia a admitir nuestra propia muerte y vivimos más o menos intuitivamente como si fuéramos inmortales. Todo el mundo sabe de una manera teórica que hemos de morirnos, pero sin apropiárselo. Tenemos la convicción de que son los demás los que han de morir.

¿Teme el adulto mayor a la muerte?
La representación colectiva de la muerte puede tornarse inquietante en función de factores epocales e incluso generacionales. La biografía del individuo y la forma como ha vivido la muerte de otros, es también un factor determinante. Por otro lado, el desarrollo de la tecnología médica ha convertido la muerte en una realidad contingente que la ha separado un poco de la vejez. La muerte ha dejado de ser una realidad y se ha producido un desplazamiento hacia la enfermedad. Lo que mata es la enfermedad y la muerte es solo el resultado de ella. Ya no se espera que el adulto mayor construya su vejez en torno a la muerte como referente básico de sentido, se le pide que no piense en ella. Si abunda en ideas de muerte será conveniente que sea atendido por el especialista, puede padecer un proceso depresivo o una fijación fanática, entre otras.

En la vejez la muerte propia se siente cerca y se aproxima cada vez más a través de la pérdida de seres queridos (amigos, familiares, pareja). Es la vejez también, tiempo de balance de las adquisiciones y las pérdidas, balance que enfrenta al sujeto con los irrealizables, que encuentran la posibilidad de continuidad en las generaciones posteriores (“continúen con su obra, trascienden más allá de su presencia”). Se irán tomando diferentes posiciones frente a la muerte, asimismo se implementarán defensas ante la angustia que despliega. La muerte se presenta como hecho inevitable y no estaremos nunca preparados para recibirla.

Freud,S: el inconsciente no cree en la propia muerte, se conduce como si fuese inmortal, las contradicciones se funden con él y la realidad psíquica desconoce y descree del acto de la muerte. Más fácilmente aceptamos la muerte cuando se trata de algún extraño o un desconocido.

La filosofía ha afirmado que el enigma intelectual, la imagen de la muerte, planteaba una reflexión del tema. Lo que dio el impulso a la investigación humana no fue el enigma intelectual, ni cualquier muerte, sino el conflicto sentimental emergente de la muerte de seres queridos, el hombre no podía mantenerse alejado de la muerte propia.

Joseph M Fericgla, en Envejecer, una antropología de la ancianidad, propone pensar la religiosidad como la función simbólica y de imagen mental para resolver la muerte a nivel psicológico y realizar una creación simbólica.